miércoles, 3 de junio de 2009

Adios

Cuando sintió por última vez sus labios fríos en contacto con los suyos, tiritó levemente y se entregó a esa mano en la espalda que le guiaba, inoportunamente, que se movía dentro de ella, algo.

Y cuando él retiró sus labios de la boca pálida de Helena Schlosser, la vikinga, un hilo de sangre corrió desde sus labios. Su cuerpo atraído por la acción de gravedad cayó al suelo sujeto con la vida que se escapaba de sus manos y las mentiras de aquel hombre manipulador.

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